domingo, 4 de noviembre de 2018

DISTURBIO MENOR 2018: IT`S ALIVE!

Anoche volví a casa de mis padres. 

Antes de dormir, pasada la medianoche y motivado por la falta de sueño, comencé a escarbar en los cajones de mi antigua habitación, que “Pepa”, mi mamá, se empeña en mantener detenida en el tiempo. 

En un cajón, de esos muebles eternos pre retail, encontré numerosas cartas que recibí entre 1995 y 2002, junto a otras tantas que escribí y nunca envié...
Leo nuevamente 21 años después.

“No sé si sabes, pero D.M. se disolvió”, me contó epistolarmente Julio Cortés.
Era 1997 y él, que tocó el bajo en la banda, no ahondó en el quiebre, que sintetizó los derroteros de Disturbio Menor por Buenos Aires, Argentina. 

Un año antes conocí a Disturbio; “Hardcore para las masas”, el afamado split junto a Silencio Absoluto, era una novedad. 

Pudo ser cualquier día de la semana, lo que sí es certero es que empezaba a oscurecer en el puerto de Talcahuano y Carlos, que estaba junto a Renato, me esperaba porque el segundo, que también le dicen “Kable”, tenía novedades telefónicas y epistolares que contar.

No recuerdo de quién era el casete, pero Disturbio Menor saltó a un equipo Aiwa desde un montón de cintas que compartíamos durante las tardes de ese increíble 1996. 
Pudo ser después de la demo de Detestation; una compilación de Active Minds, Abuso Sonoro, Los Crudos, o alguna copia de un disco de Dropdead o Born Against. Imposible recordarlo. Sí tengo presente el entusiasmo que nos generaron inmediatamente sus letras, que décadas después siguen tan certeras y contingentes; y su música: rápida, también lenta, con quiebres; emotiva, rabiosa y ruidosa.

Disturbio Menor logró capturar como pocos una época que para muchos/as era una triunfal década que dejaba atrás la dictadura; pero ellos, desde sus canciones, sin nombres ni apellidos, relataban otro presente: que Pinochet seguía ahí, que a la transición le faltaba calor y color; que la incertidumbre y frustración era una realidad disfrazada y adormecida comunicacionalmente. 

“No soy cómplice”, “Tiempo razonable”, “Fuego”, “Descalificados”, “Canción nº 13”, “Entre el amor y el frío”, “Nueve Vueltas”; y “Armado y sin cerebro” son los ocho capítulos escritos de un breve manifiesto de no ficción musicalizado en clave hardcore punk. 
Al año siguiente, 1997, apareció “Vamos bien mañana mejor”, split junto a Enfermos Terminales, que también se editó en 7” en Sin Fronteras Discos, una etiqueta que supo capturar parte del sonido del cono sur en la segunda mitad de la década y que amplió la resonancia de los de Santiago.

Con el casete que se tituló con una de las tantas frases cínicas de la dictadura, las canciones llegaron con velocidad y con un sentido más general, salvo “Lúcido”, título claro que generó disímiles interpretaciones; el resto, canciones literales e incombustibles como “Cristiandad”, “Sudamérica nos está quedando chica”, “Nueve vueltas”, “Armado y sin cerebro” y “Escape”.

El pasado 14 de octubre vi por primera vez a Disturbio Menor en vivo. Estuve casi cuatro horas esperando que tocaran en una jornada benéfica con acento maratónico llamada “Fiestoca Cordones Musicales 2018”. Y luego de ver bandas con disímiles sonidos y horizontes; conseguir el último casete de D.M., el fanzine que recordará la reunión, y conversar con Cristian y Julio, Disturbio Menor se subió al apretado escenario del Comercio Atlético de calle San Diego.

Disturbio Menor se mostró en su mejor forma; sonaron como lo hubiesen hecho, me imagino, hace 22 años, pero con mejores equipos; ellos están más viejos, sí, aunque no tanto, sobre los 40 años; más chascones, calvos, canos; pero al verlos cantar y tocar no vi a adultos con la vista nublada por la compra fácil; vi adultos, no sé si casados, solteros, con hijos o con achaques, con sus ideas claras y con ganas de hacer cosas.

Esa noche me paré a un costado del escenario, necesitaba estar cerca, porque mientras tocaron yo grabé el show con mi celular; quería llegar a casa y seguir viendo la presentación, una y otra vez, como cuando escuchaba sus casetes y su 7” y tenía el tiempo que hoy no tengo.



El texto es parte del fanzine que Disturbio Menor publicó a propósito de su reunión.

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